Esto es lo que significa “atención”. Para la atención todo es constantemente nuevo. No hay nada viejo, nada puede envejecer. Todo es creado a cada instante.
Es un continuo flujo de creatividad. La atención nunca carga con los recuerdos. Lo primero: una mente meditativa vive siempre en el ahora, en lo fresco. Toda la existencia acaba de nacer a cada instante, tan fresca como una gota de rocío, tan fresca como una hoja brotando en la primavera.
Es como los ojos de un recién nacido; para ellos todo es fresco, claro sin asomo de polvo. Esto es lo primero que has de sentir: si miras el mundo y sientes que todo es viejo, eso demuestra que no eres meditativo.
Cuando sientes que todo es viejo, eso revela que tienes una mente vieja, una mente podrida. Si tu mente es fresca, el mundo es fresco. El mundo no es el punto central, el espejo ventral. Si el espejo tiene polvo, el mundo resulta viejo. Si el espejo no tiene polvo, ¿cómo va a ser viejo el mundo?
Las cosas envejecen si vives en el aburrimiento. Y todo el mundo vive en el aburrimiento, todo el mundo se aburre en grado sumo.
Observa los rostros de la gente. Transitan por la vida como si ésta fuera una carga, un aburrimiento, sin significado alguno. Parece que todo fuera una pesadilla, una broma muy cruel, como si alguien les estuviera torturando, haciéndoles una jugarreta.
La vida no es para ellos una celebración, no puede serlo. Con una mente aplastada por los recuerdos la vida no puede ser una celebración. Aunque rías, tu risa oculta el aburrimiento. Observa a la gente reír: ríen esforzándose, ríen ara ser corteses; su risa es una formalidad.
Observa la risa de la gente. Es mental, están haciendo un esfuerzo. Su risa es falsa, es forzada, tan sólo esbozada en los labios, como un ejercicio del rostro. No surge de su ser, del centro, no nace del vientre; es algo forzado. Resulta obvio que estamos aburridos y que todo lo que salga de ese aburrimiento creará más aburrimiento. Eres incapaz de celebrar. La celebración solamente es posible cuando la existencia resulta una continua novedad, cuando la existencia es siempre joven. Cuando nada envejece, cuando nada muere realmente –porque todo renace constantemente-, todo se convierte en una danza. Entonces fluye una música interior. No importa si tocas o no tocas un instrumento: la música fluye.